Los viajes de Jesús por Galilea

Escrito el 28/03/2019
Iglesia Rey de Gloria


Lección 12

Evangelios Sinópticos

Texto base: Mt. 8:1-11:24; Mr. Lc. 7:1-10-13-16


Introducción:

     En este estudio  trataremos  algunos de los numerosos sucesos que ocurrieron en los recorridos de Jesús por la provincia de Galilea. Como ya quedo claro en el contenido de la lección anterior, Jesús al ser rechazado por los suyos en Nazaret, se fue a Capernaúm, donde se instaló para dar comienzo a un periodo de gran popularidad en los territorios necesitados de Galilea.

     Después de presentar los grandes principios del Sermón del Monte, Jesús  volvió a Capernaúm, donde se dedicó a realizar un arduo esfuerzo por establecer el reino espiritual en las numerosas poblaciones de Galilea. Sus discípulos lo acompañaban. Mientras tanto, Juan el Bautista permanecía en la cárcel de Maqueronte, ciudad situada al este del mar Muerto. Pero, al mismo tiempo que se extendía la fama de Jesús, aumentaba también la hostilidad de sus enemigos.

     En esta lección se ve la solicitud de Jesús por toda clase de personas. Les proclama el reino de Dios con su mensaje oral y con sus hechos de salvación. Su misericordia alcanza a los gentiles, representados por el centurión romano; a los acongojados, como la viuda de Naín, y los pecadores más degradados, como la mujer le enjugó los pies con sus lágrimas. Jesús habla con los discípulos de Juan el Bautista y les indica que hablen de sus obras como prueba de que Él es el Mesías. Revela también su autoridad divina: en el caso del centurión, demuestra su dominio sobre la distancia, el tiempo y el espacio, cuando resucita al hijo de la viuda de Naín, hace notar su autoridad sobre la muerte; cuando aparece la mujer pública, manifiesta su poder para perdonar pecados y transformar al más vil pecador.

     Es necesario tener en mente que no veremos a detalle cada uno de los eventos puesto que los trataremos ampliamente en el curso del ministerio de sanidad del Señor Jesús.

1. El primer Viaje por Galilea y Las Sanidades a Los Gentiles

(Mt. 8:1, 5-13; 11:2-30; Lc. 7:1-50)

Jesús sana al siervo de un centurión (Mt. 8:5-13; Lc. 7:1 10).

·       Mateo dice que "vino a él un centurión" (8:5). Los centuriones eran oficiales romanos al mando de grupos que tenían un centenar de soldados. Lucas nos cuenta más detalles que Mateo con respecto a este centurión. Una delegación de ancianos de los judíos se presentó ante Jesús para rogarle por el sirviente del militar romano.

·       Los líderes judíos consideran que el centurión es "digno", porque les ha edificado una sinagoga. Aunque todos los centuriones mencionados en el Nuevo Testamento actúan en forma honorable, era probable que pocos estimaran a los judíos. Sin embargo, se cree que éste era prosélito del judaísmo. El mismo se considera indigno de que Jesús entre bajo su techo:

 

 "Di la palabra y mi siervo será sano..., Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes: y digo a éste: Ve y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo, haz esto, y lo hace."

 

Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe

 

·       ¿Por qué elogia Jesús tanto la fe del centurión? Porque no sólo cree que Jesús tiene poder para sanar sin hallarse en el lugar, sino que también se ha dado cuenta de la gran verdad de que Jesucristo es el Comandante en Jefe del reino espiritual. Tal como le sucede a él, que está bajo autoridad y tiene que llevar a cabo las órdenes de sus superiores, y al mismo tiempo ejerce autoridad y sus soldados tienen que obedecerle, así sucede con Cristo. Le basta con decir una sola palabra para que ésta sea cumplida, aun cuando no esté presente. Además, tiene potestad sobre todas las fuerzas de la naturaleza, incluso el tiempo y el espacio para sanar  la enfermedad, y esto lo cree el centurión. ¿Lo creemos nosotros?

Nuestro Señor ve en el episodio del centurión una profecía de que Israel no logrará tener la fe de este oficial gentil, y será echado del reino, mientras que habrá gentiles, procedentes de lejanos países, que disfrutarán de las bendiciones mesiánicas. Los que tienen la fe del centurión son verdaderos hijos de Abraham, con más propiedad que aquellos que descienden físicamente del patriarca.

Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín (Lc. 7:11-17).

En este pasaje, vemos el poder de Cristo expresado en su forma más dramática: el dominio sobre la muerte. Su autoridad traspasa las barreras de la existencia material, de tal manera que los muertos recuperan, no una apariencia fantasmal, sino la vida misma, vibrante y llena de energía. Sólo Lucas nos cuenta el milagro, y el hecho de que lo relate es evidencia del  interés que el Señor tiene por los que sufren y por los que la sociedad tiene en menos estima.

·       Hasta este punto, Jesús ha sanado enfermos, pero ahora resucita a un muerto. Según los cuatro evangelios, el Señor no resucita a muchos muertos, sino solamente a tres: al hijo de la viuda, a la hija de Jairo y a Lázaro.

·       El motivo que impulsó a Jesús en la resurrección del joven es su compasión por la viuda (Lc. 7:13). No le pidieron que realizase el milagro; lo que lo movió fue la súplica silenciosa del dolor y la angustia humana.

·       El cadáver que se llevaba al cementerio no significaba solamente la pérdida de su único hijo, sino también la de su único sustento. No es difícil imaginar la congoja que embargaba a la viuda.

·       El Señor le habló al joven fallecido como si éste pudiera oír y obedecer. Su mandato llevaba en sí mismo el poder para que obedeciera. Para Jesús, resucitar un muerto no es más difícil que despertar a alguien que está dormido.

·       Para nosotros, el episodio es una enseñanza acerca de la esperanza de que en el cielo se enjugarán las lágrimas de los acongojados. "Viene la hora y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán" (Jn. 5:25).

En el versículo 13, Lucas da a Jesús el título de "Señor" (kyrios), término que la versión griega del Antiguo Testamento llamada "Septuaginta" utiliza para sustituir a Jehová", el nombre propio de Dios. Significa "el que tiene poder sobre alguien o algo; el que ejerce influencia, no por tener mayor fuerza, sino por la fuerza de su personalidad".

Cuando se divinizaba a los emperadores romanos, éste era el título que se les daba. Era una confesión de que el emperador era un dios en la tierra, y en particular, en el imperio romano. El vocablo usado por Lucas indica que Jesús es el dueño de todo y tiene toda autoridad para mandar. El milagro de la resurrección del joven demuestra que Él es Señor sobre la vida y la muerte.

Jesús perdona a la mujer pecadora: (Lc. 7:36-50)

o   Una mujer pecadora unge los pies de Jesús. Una antigua tradición identifica a esta mujer con María Magdalena. Sin embargo, esa tradición no tiene apoyo histórico y es obviamente errónea. Tampoco debemos confundir a la pecadora arrepentida con María de Betania. La unción de que habla este relato fue realizada en Galilea y es diferente a la que tuvo lugar en Betania, cerca de Jerusalén, más de un año después (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; Juan 12:1-8).

o   La mujer que ungió los pies a Jesús se destaca por su profundo amor y gratitud al Señor. En aquella época se permitía que toda clase de personas entraran en una casa donde estuviera comiendo un rabino famoso, para que pudieran escuchar sus enseñanzas. No obstante, aquella notoria mujer pública necesitó mucha valentía para entrar en el hogar de un fariseo que se creía muy justo y que despreciaba a las personas como ella. Fue la gratitud de aquella mujer, que había sido levantada del lodo de una vida impura, la que le dio ánimos para arriesgarse y acercarse a Jesús. Sólo tenía la intención de ungir con su precioso ungüento los pies del Señor, pero se conmovió al recordar sus-pecados y las lágrimas le corrieron por el rostro.

o   Era fácil llegar hasta los pies de Cristo, porque en las comidas formales los visitantes no se sentaban a la mesa, sino que se reclinaban sobre cojines, apoyándose sobre el codo izquierdo y extendiendo los pies hacia atrás. Es probable que la mujer vertiera sus lágrimas sobre los pies de Jesús sin pensarlo, e impulsivamente las enjugara con su cabello. En aquellos tiempos, soltar el cabello ante la presencia de otras personas era una grave falta de modestia. El hecho de que esta mujer se soltara el cabello en público demuestra que se había olvidado de todos, menos de Jesús. Todo aquel acto fue una expresión espontánea de amor y gratitud.

o   En cambio, Simón el fariseo, justó según su propio parecer, se puso a juzgar, tanto a la mujer como al Señor. "Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora." Entonces le dijo Jesús: "Simón, ¿ves esta mujer?" El fariseo no veía a la mujer como era entonces, sino como había sido. "Es pecadora", dice. Ciertamente había sido pecadora, pero estaba arrepentida y se había transformado en santa. Al estar limpia en su interior, su pureza era mucho mayor que la del fariseo, cuya limpieza era meramente externa.

"Sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho."

Jesús no quiere decir que el perdón divino dependa de su amor, sino que afirma claramente: 'Tu fe te ha salvado." Ella ama, porque sus pecados ya han sido perdonados. Así es como debemos amar al Señor

2. La Reacción de Juan Bautista Ante lo que Escucha de Jesús

(Mt. 11:2-19; Lc. 7:18-35)

La pregunta del Bautista y el elogio de Jesús:

o   Al parecer, a estas alturas del ministerio de Jesucristo, aún no hay nadie que entienda la misión verdadera del Mesías. Juan el Bautista, encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y aislado del ambiente, ha oído hablar del apacible ministerio del Nazareno. Es probable que se pregunte a sí mismo: ¿Por qué Jesús no pone el hacha a la raíz de árboles podridos como Herodes Antipas? ¿Por qué no separa la paja del trigo? ¿Acaso será que Jesús no es el Mesías? Entonces Juan hace lo que todos debemos hacer cuando nos vienen dudas acerca de las cosas espirituales: las lleva al Señor.

 

La respuesta indirecta de Jesús

Jesús responde a Juan por medio de sus mensajeros de tal manera, que considera sus milagros de misericordia como prueba suficiente de su condición de Mesías, puesto que son el cumplimiento de las profecías mesiánicas de Isaías 29:18,19; 35:5,6 y 61:1. Al parecer, el profeta encarcelado por Herodes no vuelve a albergar dudas. Así hoy, las obras poderosas de Cristo, no han perdido su antiguo poder para hacer desvanecer las dudas de la gente sincera y convencida de que Jesús es el Mesías prometido.

No hay profeta mayor que Juan el Bautista.

o   El Señor no censura a su precursor a causa de sus dudas; por el contrario, expresa la gran estimación que siente por el Bautista. El hecho de que éste se encuentre ahora perplejo ante el ministerio de Jesús no merma en manera alguna su valoración; Nuestro Señor señala la grandeza de Juan. La expresión "una caña sacudida por el viento" significa "un hombre que se somete a la opinión popular, que cambia con ella, y que por sí mismo no tiene convicciones sólidas"

o   Juan no era un hombre inestable. El Bautista habría podido decir que no temía al rostro de ningún hombre. Era "como columna de hierro, y como muro de bronce" para todo Israel. Tenía gran fuerza de carácter, era indiferente a las comodidades materiales y a las opiniones de los hijos de su generación. Se vestía con ropa tosca y se alimentaba con la comida de los más pobres. Sobre todo, tuvo el sumo honor de ser el precursor del Mesías, el heraldo del Rey prometido en las profecías.

o   ¿En qué sentido es mayor que Juan el Bautista "el más pequeño en el reino de los cielos"? Esta declaración no se puede referir a la grandeza moral. Es probable que se refiera a los privilegios de los creyentes que han vivido después de la resurrección, que conocen el evangelio en su plenitud y que disfrutan de comunión con el Cristo resucitado.

Las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de los cielos.

1.       El Reino de los cielos sufre violencia: La expresión "El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan". Es posible que se refiera a la violencia que sufren  los que conquistan el Reino al precio de las más duras renuncias

2.       Una generación sin criterio espiritual: Cristo compara su generación con unos niños que rechazaran todos los juegos que se les ofrecieran en la plaza. Un grupo los invita a jugar a las "bodas" y el otro a los "entierros"; el primero tiene aspecto alegre y el segundo triste. Sin embargo, ni el uno ni el otro agrada a estos pequeños observadores y caprichosos. No quieren unirse a ninguno de los dos. Así era aquella generación, que rechazaba el severo ministerio del Bautista, pero tampoco respondía al ministerio amigable y suavemente persuasivo de Jesucristo. A pesar del rechazo de aquella generación incrédula, la sabiduría divina terminaría por triunfar con el transcurso del tiempo. "La sabiduría es justificada por sus hijos."

3. El Juicio Sobre las Ciudades Impenitentes

(Mt. 11:20-24; Lc. 10:13-16)

Se señalan tres ciudades situadas al extremo norte del mar de Galilea como escena principal de los milagros de Jesús: Capernaúm, la sede de la cual partía en sus recorridos, Corazín y Betsaida.

¿Cuál era el pecado de ellas, considerado peor que el de Sodoma y Gomorra o el de Tiro y Sidón? Era el pecado de la incredulidad, de la indiferencia, de la falta de respuesta ante la luz de Cristo. Aunque las ciudades de Galilea no lo habían echado fuera de sus puertas ni lo habían perseguido por las calles, tampoco le habían hecho caso. El castigo de estas ciudades sería peor que el de los antiguos centros de Impureza denunciados por los profetas del Antiguo Testamento, porque éstos jamás habían tenido el privilegio de escuchar a Cristo en persona y presenciar sus obras portentosas. Si hubieran tenido esta oportunidad, se habrían arrepentido y no habrían sido destruidas. Ante los ojos de Dios, el peor pecado consiste en rechazar la luz. Cuanto mayor es la luz, tanto mayor es nuestra responsabilidad de actuar bien, y si no actuamos debidamente, tanto mayor es nuestra culpabilidad.

En el año 67 d.C., los romanos aplastaron brutalmente una revuelta en Galilea, destruyendo las ciudades de la región. Muchos de los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. Así sufrieron Capernaúm, Corazín y Betsaida por haber rechazado al Salvador.