Proseguir en la Fe de Jesús



El evangelio de Juan 6:66-69, dice:

 

Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

 

Hay momentos en la vida cuando proseguir sirviendo a Jesús se torna difícil. A veces no encontramos la fuerza suficiente, o la motivación necesaria, o simplemente no sentimos la pasión que en algún momento nos atrajo a Cristo. Tal fue el caso de muchos discípulos que volvieron atrás; la realidad de lo que Cristo les predicó les pareció demasiado difícil de vivir, y decidieron no andar más con Jesús.

 

En estos versículos, la respuesta de Pedro nos recuerda la gran necesidad que tenemos de permanecer en la fe. Ante la dificultad de sobrellevar las cosas o las circunstancias de la vida de fe en aquel momento, Pedro le respondió al Señor:  “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. La gran necesidad de Pedro, así como la nuestra, era permanecer en Cristo, porque él es el pan vivo que descendió del cielo para dar vida eterna.

 

Servir a Cristo significa seguirlo íntimamente, como lo hicieron hombres como Pedro o Juan. Ellos dispusieron su corazón para rendirse ante Jesús, porque Él sació la necesidad más profunda en ellos: la necesidad de vida eterna en el corazón; la necesidad de perdón de pecados; la necesidad de aceptación y propósito delante del Dios vivo. Ellos sirvieron a Jesús en esta tierra, y alcanzaron los propósitos de Dios, porque mantuvieron una vida de fe en el Señor.

 

Sólo la fe nos puede devolver la fuerza, la motivación y la pasión por Cristo. Y Jesús nos enseña en estos versículos cómo vivir por fe, y de dónde proviene la fe.

 

En primer lugar, la fe no sólo implica creer en Jesús, sino conocerlo íntimamente. Por eso Pedro le dijo a Jesús: “Nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo...” La fe es creer y conocer a Jesús. Una simple confesión de fe no es suficiente. Como siervos necesitamos estar dispuestos a buscar un conocimiento espiritual y personal de Cristo cada día.  

 

Este conocimiento implica oír la voz del Señor. Unos versículos antes, en Juan 6:63, Jesús dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”

 

La prioridad de nuestra vida diaria debe ser buscar las palabras de Dios. Para ello debemos aprovechar todos los recursos que Dios nos da, como: la lectura bíblica; escuchar alabanza; orar diario; poner interés para repasar y escuchar las predicaciones; escuchar los estudios bíblicos grupales; etc. En todo tiempo, sobre todas las cosas, necesitamos ser pastoreados por la voz de Jesús para mantener la fe, porque “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.” (Lucas 4:4).

 

En segundo lugar, la fe para proseguir implica honrar y adorar a Jesús como “Señor”, así como Pedro doblegó su corazón y su cerviz para decirle a Jesús: “Señor, ¿a quién iremos?”. La palabra Señor en la biblia significa “dueño; alguien que tiene todo el poder y autoridad”, y sólo a Dios, y a Jesús, se le atribuye esta palabra en toda la escritura.

 

Cuando no sabemos cómo seguir adelante, Dios nos llama a postrarnos en su presencia para doblegar el corazón, la voluntad, y decirle al Señor que sólo él tiene el poder y la autoridad para transformarnos; para limpiarnos; para quebrantarnos; y para sustentarnos en momentos de aflicción. Él es nuestro dueño, pero en toda situación él es bueno, y su propósito es darnos vida eterna.

 

Finalmente, la fe genuina nunca nace de nuestra propia voluntad o capacidad. Comprender esto quita mucho peso de nuestros hombros, y nos lleva a confiar verdaderamente en el Señor. En Juan 6:65, Jesús dijo: “ninguno puede venir a mí si no le fuere dado por el Padre.” ¡Cuánto descanso hay en esto! Si estamos vivos, siendo parte de una iglesia y de un ministerio, es porque el Padre nos atrajo, y sembró la fe en nuestro corazón, para venir a Jesús y permanecer en Él.  La fe auténtica la siembra él y proviene de él.

 

En este tiempo necesitamos servir a Dios con esta clase de fe para que podamos permanecer y crecer en él. Creamos en él, conozcamos a Cristo en la intimidad, démosle la honra de “Señor” que Él demanda, y confiemos en que Dios nos trajo hasta aquí para proseguir hacia la meta.