Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sean un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cuál es buena, agradable y perfecta.
Romanos 12:1-2
No puedes controlar lo que te sucede, pero sí puedes controlar cómo lo redefines.
El mejor (y más grande de todos los tiempos) para redefinir fue el apóstol Pablo. Tuvo un plan estratégico para hacer avanzar el Evangelio: ir a Roma.
Si podía llegar allá y predicar a Jesús a los líderes, la ciudad se convertiría en una plataforma para extender el Evangelio por todo el mundo.
Cuando finalmente llegó a Roma, no fue para compartir a Jesús, sino como prisionero. Fue encarcelado bajo arresto domiciliario, encadenado a guardias en rotación, esperando a una posible ejecución. Pablo oró por una oportunidad, pero no estaba sucediendo.
Las circunstancias de Pablo estaban fuera de su control, como casi siempre lo están las nuestras.
Has estado donde Pablo estuvo.
Pensaste: Si obtengo este título, obtendré el trabajo. Obtuviste tu título, pero no el trabajo. Planeaste estar casado a estas alturas, pero no has encontrado a la persona correcta. O quizá la encontraste, te casaste, pero todo salió mal. No se suponía que la vida sería así. Has estado orando por tu hijo pródigo durante años, pero Dios no ha respondido esa oración.
Pablo estaba igual, en circunstancias no deseadas las cuales no podía controlar. Escribió a la iglesia de Filipo sobre lo que le estaba pasando. ¿Qué les habrá dicho?
Pudo haber escrito: “Ahora, hermanos, quiero que sepan que lo que me ha pasado es realmente horrible. Quería dar a conocer las buenas nuevas predicando a los oficiales del gobierno, pero esto no sucedió. Como resultado de todo este sufrimiento, he decidido que la oración no funciona y no regresaré a la iglesia otra vez.”
Pero no fue eso lo que escribió. Pudo hacerlo, pero no lo hizo. Recuerda, Pablo no pudo controlar lo que le estaba pasando, pero sí pudo controlar cómo redefinirlo. Esto es lo que realmente escribió a los filipenses:
“Además, mis amados hermanos, quiero que sepan que todo lo que me ha sucedido en este lugar ha servido para difundir la Buena Noticia. Pues cada persona de aquí -incluida toda la guardia del palacio- sabe que estoy encadenado por causa de Cristo; y dado que estoy preso, la mayoría de los creyentes de este lugar han aumentado su confianza y anuncian con valentía el mensaje de Dios sin temor.” (Filipenses 1:12-14, NTV)
Pablo estaba diciendo: “Yo tenía un plan, ¡pero Dios tenía uno mejor! Esta es una manera completamente diferente de anunciar el evangelio de lo que yo pensaba. Dios me bendijo con guardias atados a mí. ¡No tienen más opción que escucharme hablarles de Jesús! Estos soldados tienen oídos de líderes influyentes. Cada ocho horas me encadenan a un nuevo guardia, y piensan que yo soy el prisionero. ¡Ah! Dios se está moviendo. ¡No puedo esperar a ver lo que hará después!
No puedes controlar lo que pasa, pero sí cómo redefinirlo. Por eso, la tercera herramienta para cambiar tus pensamientos es el principio de redefinición. Redefine tu mente, restaura tu perspectiva.
Lecturas complementarias para la semana:
Filipenses 1: 20-27