Dios aborrece los prejuicios, y nosotros también deberíamos hacerlo.



Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho.

2 Crónicas 19:7 

Como parte de una sociedad, todos corremos el riesgo de actuar con prejuicios, de diversos tipos, hacia las demás personas. Nuestras iglesias, y en muchas otras esferas de la sociedad mundial, necesitamos sanidad respecto a los prejuicios raciales y de otras índoles. El cuerpo de Cristo necesita hablar al respecto, aunque sea incómodo. La iglesia no puede permanecer callada. 

No podemos ignorar el prejuicio racial, ni cualquier otra forma de prejuicio, sencillamente porque Dios lo aborrece, así que, nosotros también debemos aborrecerlo. 

¿Por qué Dios aborrece los prejuicios? 

Los prejuicios cuestionan la creación de Dios. 

Dios pudo habernos creado a todos iguales. Todos hubiéramos podido parecernos, pero Dios no hizo eso. Él ama la variedad. 

Los prejuicios son señal de ignorancia. 

Cuando hablamos con prejuicios solamente demostramos que no sabemos de lo que estamos hablando. Solamente revelamos nuestra ignorancia. 

La Biblia dice, “pero el que odia a otro creyente todavía vive y camina en la oscuridad. No sabe por dónde ir, pues la oscuridad lo ha cegado.” (1 Juan 2:11 NTV)

La Biblia me enseña que, si yo aborrezco a algún hermano solamente porque es diferente, o porque no piensa como yo, o porque no sigue a Jesús como yo, yo vivo en la oscuridad, y estoy ciego. Es una acusación muy seria de parte de Dios. 

Los prejuicios desobedecen el Gran Mandamiento. 

Pablo dijo, “En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: `Ama a tu prójimo como a ti mismo´. Pero, si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros”. (Gálatas 5:14-15 NVI)

Si tu rechazas a algún hermano, o demuestras una actitud racista, estás desobedeciendo la gran verdad de esta Escritura. No podemos hacer juicios acerca de otra persona basándonos en su aspecto y al mismo tiempo amarlo, o amarla, verdaderamente como hermano o hermana en la fe. 

Los prejuicios son un pecado muy serio. 

Los prejuicios hacen enojar a Dios. La Biblia enseña, “pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.” (Santiago 2:9)

Los prejuicios son un problema de pecado, no de crítica constructiva. Y un día vamos a tener que rendirle cuentas a Dios por los prejuicios con los que hayamos actuado. 

Mientras reflexionamos en nuestro corazón respecto a los prejuicios, la cuestión importante para recordar es esta: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” (1 Juan 1:9 NVI). Solamente eliminaremos los prejuicios mientras cada uno de nuestros corazones sea transformado por el amor de Dios. Él está abierto y disponible para transformarnos. 

Reflexión y oración: 

Si Dios aborrece los prejuicios, ¿Porque entonces ha sido un pecado tan difícil dentro de la iglesia a través de los años? ¿Qué podemos hacer para vencer ese pecado? 

De las cuatro razones por las cuáles Dios aborrece los prejuicios (enseñadas en este devocional) ¿Cuál es la más significativa para ti, y por qué?  

Pidamos a Dios, en forma individual y personal, que nos revele en que áreas de nuestra vida estamos actuando prejuiciosamente contra alguien. Una vez que lo entendamos, confesemos nuestros pecados delante de Dios, y pidamos a Jesús que sane nuestro quebrantamiento y que nos abra las oportunidades para reconciliarnos con nuestros hermanos.