Vistiéndonos de Humildad



Devocional 16

 

Del mismo modo, ustedes los más jóvenes tienen que aceptar la autoridad de los ancianos; y todos vístanse con humildad en su trato los unos con los otros, porque “Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes” Así que humíllense ante el gran poder de Dios y, a su debido tiempo, él los levantará con honor. Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes. 1 Pedro 5: 5-7

 

 

La humildad es una virtud que a menudo es mal interpretada, o mal definida, por la sociedad en la que vivimos. Muchas veces se asocia la humildad con la pobreza económica, con las carencias, con la modestia, o con la debilidad de carácter, pero estas ideas nada tienen que ver con la humildad que Dios quiere que practiquemos como sus hijos.

La verdadera humildad se trata de sometimiento. Es un sometimiento gozoso y voluntario hacia la autoridad de Dios y hacia la autoridad de nuestros líderes. Para nuestro andar cristiano, la humildad consiste en aceptar la autoridad de Dios, y la dirección de nuestros pastores y líderes, pero haciéndolo con gozo, con respeto, y con buen ánimo.

 

Esta clase de humildad es especialmente importante durante los tiempos de pruebas y dificultad que enfrentamos, porque es cuando llegamos a sentir, o a pensar, que Dios no es suficiente, o que nuestros líderes no están haciendo lo adecuado, o que Dios es injusto con nosotros, o que la iglesia no es suficiente para nuestra necesidad. Es entonces cuando más necesitamos vestirnos de humildad en nuestro trato hacia los demás y hacia Dios.

 

Hay un comentarista bíblico que menciona que “la vestidura de la humildad debe estar tan seguramente sujeta a nosotros que nada pueda arrebatárnosla.” Porque la humildad produce una actitud adecuada de los unos para con los otros y hacia todos nuestros deberes cristianos, por simples que parezcan.

 

El lado opuesto a la humildad es el orgullo o la soberbia. El orgullo es simplemente creer que somos muy buenos, o autosuficientes para hacer alguna cosa, por sencilla que parezca. El orgullo es llegar a pensar que no necesitamos de la iglesia, ni del servicio a Dios, ni de someternos a Dios para llevar a cabo nuestros planes. Pero la biblia nos enseña que Dios se opone, resiste, a los soberbios. Particularmente a los cristianos soberbios.

Hay una traducción bíblica que dice que “Dios se enfrenta con los soberbios.” Es un combate singular y directo con Dios, porque el soberbio se ha enfrentado primero con la poderosa mano de Dios, al rechazar la sumisión gozosa hacia la voluntad de Dios.

 

Amados hermanos, la humildad no nace automáticamente en la vida de todos los creyentes, porque solo puede producirse cuando el corazón se quebranta, reconoce sus flaquezas, y se humilla ante la poderosa mano de Dios. Este sometimiento gozoso, hacia Dios y hacia la iglesia, nace de la humillación ante el gran poder de Dios.

 

Es muy importante que hoy te vistas de humildad; que reconozcas tus flaquezas y todas tus debilidades delante de la Santidad y la Majestad de Dios, porque solamente los humildes llegan a experimentar la compañía de Dios. Isaías 57:15 expresa lo que Dios piensa de los humildes, así:

 

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”

 

La humildad es la puerta hacia la habitación sublime del único Dios Santo. Cuando somos humildes Dios le da vida a nuestro espíritu en medio de cualquier circunstancia. Dios vivifica el corazón quebrantado.

 

Otra faceta muy importante de la humildad es someternos confiadamente a la provisión de Dios. Aquí hay una verdad importante: la preocupación es un pecado, porque el poder de Dios no nos ha dado ningún motivo para estar con una ansiosa perturbación. Debemos someter nuestras preocupaciones y nuestras ansiedades a los pies de Dios en oración, porque él cuida de nosotros. Hay un comentarista que dice que “nosotros somos la preocupación personal de Dios.” Él tiene todo bajo control.

 

En este tiempo de dispersión vistámonos de humildad. Sometamos nuestra vida, diariamente, a la obediencia de la palabra de Dios, con ánimo pronto. Aceptemos con buena actitud las instrucciones de nuestros pastores y líderes. Seamos sumisos, gozosamente, para tener comunión con los hermanos en Cristo.  Porque estas actitudes causarán que Dios nos levante con honor, y que experimentemos su protección divina durante las batallas.