Llamados al Amor Fraternal – Parte 2



Devocional 08

 

“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.”  1 Pedro 2:1-2

 

En el devocional anterior vimos que la clave para expresar un amor fraternal que perdure es identificar bien las fuentes de las cuales brota esta clase de amor puro, entrañable, y duradero. Ahora reflexionaremos en el hecho de que solamente el amor fraternal es el que nos abre el camino para crecer en la fe, para crecer en nuestro servicio a Dios, y para avanzar en el conocimiento de la salvación de Cristo. Si nunca amamos de verdad, nunca creceremos en la verdad.

 

De poco sirven los esfuerzos que hagamos como pueblo de Dios si no están acompañados de un amor fraternal genuino y constante hacia todo aquel que nos rodea. Ya sea nuestra familia, nuestros compañeros, o nuestros hermanos en Cristo, necesitamos un testimonio constante y convincente de amor fraternal.

 

La base para el amor fraternal, en esta ocasión, es que vivamos para ejemplificar la santidad. No hay mejor enseñanza que ejemplificar las cosas. Los mejores maestros son aquellos que enseñan a través de ejemplos, y el mejor ejemplo que podemos dar es con nuestra forma de vivir, cada día, santificándonos para poder amar genuinamente a los demás. El amor, para que sea genuinamente puro, debe nacer en la santidad de Dios.

La santidad es más que una doctrina o una experiencia; la santidad es una vida. La mejor recomendación del evangelio de Cristo que podemos hacer es ejemplificar la santidad a través del amor fraternal. Esto es la coherencia cristiana.

Hay un famoso escritor que afirma que el principal obstáculo que existe para que las personas crean y reciban el evangelio no es por alguna cuestión doctrinal, sino por falta de evidencia en la forma de vivir de los cristianos. Es duro reconocer esto, pero es una realidad, y necesitamos superar este gran obstáculo con el fin de amar la vida, de agradar a Dios, de predicar el evangelio, y de crecer en nuestros ministerios.

 

Nuestro pasaje menciona algunas cosas que tenemos que desechar. Por ejemplo, necesitamos desechar la “malicia”, la cuál es la mala voluntad hacia el prójimo. También debemos desechar el engaño, la hipocresía (acciones falsas para pretender o impresionar), las envidias, las cuales son muy engañosas y debemos tener mucho cuidado de no caer en ellas. Un escritor dice que las envidias brotan del corazón descontento y que desprecia la capacidad, la prosperidad o las realizaciones del prójimo.

También debemos desechar toda clase de detracciones; las cuales son las palabras maliciosas que insinúan, difaman, murmuran y difunden chismes. Estas cosas no pueden, ni deben estar dentro del corazón de ninguno de nosotros.

San Agustín dijo: “la malicia se deleita en el mal de otros; la envidia desfallece ante el bien de otros; el engaño imparte duplicidad a los corazones, hipocresía o adulación a la lengua; las detracciones lastiman el carácter de otros.”

 

Hermanos amados, la manera más segura de recaer en cualquiera de estos pecados es “no adelantar o avanzar en la santidad.”

 

Los cristianos solamente podemos crecer y avanzar en la santidad cuando nos alimentamos diariamente de la palabra de Dios (la leche espiritual no adulterada), con un corazón bien inclinado hacia la humildad, que busque entender, corregir el rumbo, y crecer en la fe.

Una explicación de muchos casos de “crecimiento estancado” entre el pueblo de Dios es que muy pocos creyentes han realmente “gustado”, o probado por la atención personal a su vida devocional, la benignidad del Señor. El alma que crece debe tomar tiempo para ser santa.

 

El salmo 34:8 dice: “gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él.” Dios te invita a que compruebes, y degustes, en tu vida devocional diaria, que Él es bueno.

Este es el camino para avanzar en la santidad que nos conducirá a amarnos fraternalmente, y nos hará crecer como cuerpo de Cristo.

 

Motivos para Orar:

  1. Toma unos minutos para pedir perdón a Dios por cualquier forma de pecado en nuestra vida que ha lastimado a nuestro prójimo. Pídele que el limpie tu corazón, y que su Espíritu te recuerde que debes desechar estas cosas de tu vida. Sobre todo, confía en que Jesús ha escuchado tu oración y ha quitado toda culpa.
  2. Pidamos a Dios que nuestra iglesia local pueda experimentar el verdadero amor fraternal para que demos un testimonio convincente al mundo acerca del amor de Cristo.
  3. Pidamos a Dios que cada persona sea guiada por el Espíritu de Dios para que puedan comprobar, en una experiencia devocional cotidiana, la bondad de Dios.