LA BATALLA LEGÍTIMA – PARTE 2



DEVOCIONAL 19

 

“Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cuál soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.”

Efesios 6: 14-20

 

Tarde o temprano, las batallas llegan a la vida de los cristianos. A todos nos gustaría que la vida fuera solamente buenas noticias, alegrías, paz, abundancia, etc. Pero la vida no es así. La vida implica batallar durante muchas etapas o situaciones, y para los todos es igual. Pero permanecer en una búsqueda verdadera y constante de la presencia de Dios, marca una diferencia radical en la manera en la que enfrentamos las batallas, y en la manera en la que permanecemos firmes, y resistimos hasta el final con Cristo. El mensaje de Dios para nosotros es que necesitamos estar preparados, bien equipados, para enfrentar la siguiente batalla que viene. ¿Cómo nos preparamos? Nadie esta preparado para las malas noticias, pero ya adentro de la batalla, hemos de recordar cuales son las armas que debemos usar para pelear en forma legítima y efectiva.

 

Necesitamos tener la memoria los elementos que la armadura de Dios nos da; Pablo nos invita a ceñirnos con la verdad. Ceñirse significa guardar una postura erguida, bien enderezada con la verdad. Jesús es el camino, la verdad, y la vida. Jesús es fiel y es verdadero; por lo cuál podemos estar seguros de que la verdad de Jesús es lo que nos va a dar una buena “postura” ante la batalla. Meditar, recordar, y repetir las acciones y las palabras verdaderas de Jesús nos hará estar erguidos y firmes cada día que dure la batalla.

También necesitamos volver nuestro corazón hacia una vida justa; esto es, volver a las sendas de rectitud que bien nos dicta el corazón que debemos andar en ellas. Son las sendas derechas, conforme a la voluntad de Dios. Las obras de justicia nos hablan de un comportamiento recto, justo, compasivo, misericordioso, y generoso, ante todo aquel que nos rodea. Durante las luchas necesitamos volver el corazón hacia este comportamiento justo, como el de Jesús.

 

El apresto del evangelio. Apresto significa: “Lo que ya fue alcanzado”; y lo que Jesús alcanzó fue la paz de Dios para la humanidad. Paz en el corazón, paz con Dios, y paz en medio del mundo. Jesús es el Príncipe de Paz, y lo que el evangelio de Cristo alcanzó fue esa paz para todos nosotros. Necesitamos poner nuestra mirada en el Príncipe de Paz. 

Cuando enfrentes las batallas también necesitas recordar la salvación tan valiosa e irreversible que Cristo pagó para ti. Y necesitas abrir tus labios y tu corazón para repetir, una y otra vez, hacia tu propia alma, la palabra de Dios. Su palabra es una espada que transforma nuestra propia alma durante las dificultades, para que despertemos ante la realidad de cómo ve Jesús las cosas, y no desde nuestra propia perspectiva.

 

Y nunca te olvides del escudo de la fe. La fe nos sirve para apagar los dardos de fuego del maligno. El diablo, aunque es un enemigo vencido, siempre trata de atemorizar, de sembrar dudas, de sembrar incertidumbre, de traer preocupación, temor, y derrota sobre tu mente, porque es todo lo que puede hacer, esos son sus dardos de fuego. Pero Dios nos invita a tomar la fe para detener esos dardos. La fe bien puesta en que Jesús está con nosotros en medio de la tormenta, que él es poderoso, que para él no hay nada imposible, y que él tiene el control y la potestad absoluta sobre toda situación. Nunca debe faltarnos la fe al afrontar cualquier dificultad.

 

Pero lo mejor de este pasaje es que nos dice cómo debemos actuar para estar preparados con la armadura de Dios cuando las batallas nos alcanzan. ¿Cómo nos vestimos con todas estas armas que acabamos de leer? Lo hacemos con una simple acción: “orando”.

Amados hermanos, la oración, en los labios y en el corazón de los creyentes, es mucho más poderosa de lo que nos imaginamos. Por eso necesitamos estar bien adiestrados en la oración, porque solo así sabremos cómo orar ante cualquier situación difícil.

El apóstol Pablo dice que oremos “con toda oración”, esto se traduce como: todo tipo de oración bíblica. Debemos saber hacer: oraciones reflexivas; oraciones alabando a Dios en voz alta; oraciones silenciosas; oraciones llenas de fervor y del fuego del Espíritu Santo; oraciones de arrepentimiento; oraciones suplicándole a Dios en humildad; etc. A eso se refiere el apóstol cuando dice “Con toda oración”; se refiere a que necesitamos aprender a orar de todas las formas bíblicas posibles.

El salmo 32, en el versículo 6 dice: “Por esto orará a Ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.” ¿Ves? La oración es la que nos rescata de las “inundaciones” espirituales que terminan ahogando a millones de personas en todo el mundo.

Hermanos, necesitamos perseverar en la oración. Debe ser nuestro refugio todos los días.

 

La oración también abre las puertas para cantar y alabar a Dios. Muchas veces, cuando nos reunimos como iglesia, y queremos experimentar a Dios mientras cantamos, a veces no sentimos nada y nos desanimamos, pero esto, casi siempre se soluciona cuando, en medio de la música, empezamos a orar en forma íntima y personal, abrimos el corazón, y nos conectamos con Dios orando, entregándole todo. Ya conectados en oración es mucho más fácil experimentar a Dios cantando.

 

Finalmente, nunca debemos de perder de vista que las batallas tienen un propósito mucho más grande que nosotros mismos. Las batallas vienen para que, con más denuedo, anunciemos el evangelio. Ese debe ser el gran objetivo de nuestra vida; ser personas que sirvieron a su generación anunciando el evangelio de Jesús. Desde la tarea más sencilla, hasta la más compleja, en la obra de Dios, todo sirve para anunciar el evangelio. Y si las batallas serán útiles para que lo hagamos con más denuedo, debemos aceptarlas, pero vamos a pelearlas en forma legítima como la auténtica iglesia de Cristo.