UN TEMPLO PARA EL SEÑOR



DEVOCIONAL 07

“Dios está edificando una casa. Él nos está usando a todos nosotros –sin importar cómo llegamos aquí –para la edificación de su casa. Él usó a los apóstoles y a los profetas como el fundamento. Ahora Él los está usando a ustedes, adecuándolos ladrillo por ladrillo, piedra por piedra, con Cristo Jesús como la piedra angular que sostiene todas las partes unidas entre sí. Vemos cómo todo va tomando forma día tras día –Un templo santo construido por Dios, con todos nosotros edificados dentro de él, un templo en el cuál Dios habita como en casa.”

 

Efesios 2: 19-22 (MSG)

 

Así como el cuerpo humano se desarrolla, y crece, cuando todas sus partes están unidas entre sí, de la misma manera la casa de Dios, su iglesia, crece cuando todos sus miembros están unidos entre sí. El cuerpo humano necesita estar unido en todas sus partes para lograr coordinación, y de la misma forma el templo de Dios necesita estar unido para alcanzar coordinación.

Sin unidad no hay coordinación, y sin coordinación no hay crecimiento.

 

Cuando el apóstol Pablo escribió que Cristo Jesús es la piedra angular de la iglesia, y quien sostiene todas las partes unidas entre sí, se refería a dos partes fundamentales que toda construcción debía tener. Jesús es una roca tan grande y tan firme que representa dos funciones esenciales: Cristo es el cimiento, el fundamento sobre el cuál se levanta toda la iglesia. Pero al mismo tiempo también es la piedra angular, que ayuda a que los muros principales de una edificación lleguen hasta la altura deseada, manteniéndose unidos y firmes entre sí, cuando se unen en su altura máxima con la piedra angular.

De tal manera que Jesús es el fundamento, la verdad que sostiene todo lo que hacemos como iglesia, y al mismo tiempo es el que nos ayudará, y nos levantará, hasta que alcancemos la estatura deseada, manteniéndonos unidos unos con otros. Es asombrosa la obra que Cristo puede hacer en la iglesia.

 

Ahora, la casa que Dios está edificando no es una construcción meramente material. Nosotros no somos objetos inertes. El apóstol Pedro escribió para la iglesia, y les dijo: “también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual…” (1ª Pedro 2: 5).

La iglesia no es simplemente un lugar, sino que es un organismo vivo que se edifica en el corazón y en espíritu de cada creyente. Por eso el cristianismo no se trata de edificar templos con ostentación idolátrica, sino que se trata de edificar corazones que permanecen unidos a Cristo en el espíritu. Por esa razón Jesús le dijo a Pedro: “Ahora te digo que tú eres Pedro (Que significa piedra pequeña, o fragmento de una roca), y sobre esta Roca (es decir, sobre la realidad de Jesús, y su relación de amor con el corazón de cada creyente) edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no la conquistará.”

 

En este tiempo Dios quiere usar tu vida para edificar su casa, su iglesia. En la casa de Dios, todo pecador arrepentido que acepta el mensaje de salvación de Cristo, se convierte en un hijo, en un miembro más de la familia de Dios, en alguien que tiene el mismo valor inherente que cualquier otro creyente por la sangre de Jesús.

 

La unidad es trascendental para la iglesia, porque un mero edificio material, o una mera empresa o institución, nunca podrá cambiar el corazón de las personas. Pero cuando la iglesia permanece unida a Cristo, el Espíritu Santo viene, y con su poder cambia el corazón y los pensamientos de todo ser humano, para ayudarnos a mantenernos unidos unos a otros, y todos unidos a las palabras, y al amor del Padre celestial.

 

La unidad no es uniformar, haciendo que todas las cosas sean iguales. Es muy probable que no siempre estemos de acuerdo en muchas cosas, pero vamos a luchar por lo que Jesús luchó; vamos a enfocarnos en lo que Jesús se enfocó; vamos a estar unidos en un mismo espíritu, y en un mismo sentir, de acuerdo a la obra de amor y transformación que Jesús ha hecho en todos nosotros por medio de su sangre preciosa. 

 

Pongamos juntos nuestra esperanza en la doctrina de la palabra de Dios, en consagrarnos para ser templos santos de Dios, en ser una morada de Dios en el Espíritu, y en que nuestras vidas produzcan el fruto del Espíritu Santo.

 

Recuerda, Dios nos está edificando piedra por piedra, ladrillo por ladrillo, así que procuremos cumplir con todo lo que esté al alcance de nuestras manos para servir a Dios, de una u otra manera. Pero sobre todo, sigamos el ejemplo de Cristo cada día, y deseemos su presencia y su gracia en nuestro corazón, para que la influencia de Jesús transforme nuestra vida cada día.