Anclados a La Perfección de Cristo



Devocional 06

“Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía. Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió. De ese modo,  habiendo sido perfeccionado, Dios lo hizo apto para ser Sumo Sacerdote, y Jesús llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen.”

Hebreos 5: 7-9 (NTV y RV1960)

 

 

Nuestro llamado como Iglesia, en este tiempo de prueba y tempestad, es  poner nuestros ojos solo en Jesús. Cada día necesitamos volver a enfocar nuestra mirada en el autor de eterna Salvación, dejando de pensar solamente en lo difíciles que son las pruebas.

Al volver nuestro enfoque y nuestra fe hacia Cristo, debemos vivir todos los días motivados para conocer, y escuchar más, acerca de Aquel Jesús, que fue enviado por Dios a este mundo para perdonar nuestros pecados en aquella cruz, y convertirse en la fuente de eterna salvación para todos los que creen en Él y en su mensaje.

Esta motivación por oír más acerca de Jesús, debe causar en ti el anhelo por crecer en el fe, servir más a Dios, y avanzar más en la madurez cristiana. Dios quiere que seamos una Iglesia madura en la Palabra de Dios; que sabe discernir con toda claridad el bien y el mal; que no tenga una sola duda en cuánto a sus convicciones cristianas; que estemos dispuestos para oír la voz de Jesús todos los días, en su Palabra, y en la Oración.

 

Pero debemos alegrarnos, porque la senda para encontrar la motivación que necesitamos, y la pasión por obedecer a Cristo, surge de una sola acción: Poner la mirada en Jesús, la fuente de Salvación; Aquél que fue perfeccionado por Dios para convertirse en nuestro Sumo Sacerdote.  Es todo lo que necesitamos como Iglesia hoy.

 

En este devocional vamos a poner la mirada en la forma en la que Jesús fue perfeccionado por Dios para llegar a ser nuestro Salvador:

 

  • Jesús no se glorificó a sí mismo, ni se llamó a él mismo para ser el Salvador. Dios fue quién envío a Jesús, y le dio todo lo necesario para llevar a cabo su obra. Nosotros siempre debemos estar seguros que Cristo es quien nos llamó para recibir la Salvación y la vida eterna, por eso, podemos confiar cada día en que Dios mismo nos equipará con todo lo que necesitamos para cumplir sus propósitos en esta tierra.

 

  • Jesús, siendo el Hijo de Dios, fue perfeccionado, y aprendió obediencia por medio del sufrimiento. Cuando cruzamos por temporadas de sufrimiento necesitamos recordar que Jesús llevó todo el peso del pecado, y todo el sufrimiento del mundo, al estar padeciendo en la cruz. Y que la obediencia a la voluntad de Dios, en esos momentos de aflicción, produjeron la mayor bendición que este planeta ha visto en toda su existencia: el milagro de la Salvación para toda la humanidad. Necesitamos recordar que obedecer, y someternos a la voluntad de Dios en medio de los sufrimientos, causará que nuestra vida sea perfeccionada, y que produzca una cosecha provechosa como ni siquiera lo imaginamos ahora.

 

  • Jesús Oraba con gran reverencia hacia Dios, y con una sumisión respetuosa a su voluntad. Cuando Jesús oró en el huerto de Getsemaní, unas horas antes de ser entregado, puso sus rodillas en el suelo, y oró: “Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía” (Lucas 22:42 NTV). Y también oraba confiando plenamente en que Dios es el único que puede librar y salvar de la muerte.

Al acercarnos a Dios para hacer nuestras oraciones, necesitamos seguir esos dos principios: Una actitud de profunda reverencia hacia Dios, de tal manera que mostremos una sumisión respetuosa a su voluntad. Y también necesitamos Orar confiando en que para Dios nada es imposible, y que Él es poderoso para salvar y librar de la muerte.

 

Iglesia, en los tiempos de dificultad, cualquiera que esta sea, una sola acción es necesaria para empezar nuestra restauración y un nuevo caminar: Poner nuestra mirada en la Perfección de Jesús, la fuente de la Salvación.