Pesados en la Balanza de Dios



Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto.    (Daniel 5:27, RVR 1960)

De la pluma de Charles Spurgeon:

Es una buena idea esta de pesarte a cada rato «en [la] balanza» de la Palabra de Dios. Descubrirás que es un ejercicio santo esto de leer un salmo de David y, al meditar en cada verso, preguntarte: «¿Puedo afirmar esto? ¿Me he sentido alguna vez como se sintió David? ¿Tuve el corazón quebrantado a causa del pecado como estuvo él al escribir sus salmos de arrepentimiento? ¿Estuvo alguna vez mi alma llena de plena confianza en tiempos de dificultad como lo estuvo la de David cuando alabó las misericordias de Dios en “la cueva de Adulán” (1 Samuel 22:1) o “en los refugios de Engadi” (1 Samuel 23:29)? ¿Acaso puedo afirmar que estuve “brindando con la copa de salvación e invocando el nombre del SEÑOR” (Salmo 116:13)»?

Vayamos ahora a considerar la vida de Cristo en la Biblia y, al leerla, preguntémonos cuánto hemos avanzado en ser «conformes a [su] imagen» (Romanos 8:29, RVR 1960). Procura descubrir si tienes la misma humildad, la misma mansedumbre y la clase de espíritu que manifestó y exhibió todo el tiempo.

Por último, vayamos a las epístolas de Pablo y veamos si nuestra vida está conforme a su experiencia. ¿Alguna vez has clamado como él: «¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?» (Romanos 7:24)? ¿Sentiste en alguna oportunidad su misma humillación? ¿Experimentaste esa sensación de ser «el peor pecador de todos» (1 Timoteo 1:15, TLA) y «el más insignificante de todos los santos» (Efesios 3:8)? ¿Has sentido algo cerca a este nivel de devoción a Dios? ¿Puedes decir como él: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21)?

Si leemos la Palabra de Dios como una prueba de nuestra condición espiritual, descubriremos muchas razones para detenernos y decir: «Señor, nunca he experimentado esto, ¡llévame a este lugar! Dame un auténtico arrepentimiento, del tipo que veo en tu Palabra. Dame una fe real y un celo mayor, infunde en mí un amor más ferviente,garantízame el don de la mansedumbre… hazme más parecido a Jesús. Que ya no sea “hallado falto” cuando sea “pesado … en [la] balanza” de tu santuario, y menos que sea “hallado falto” cuando sea “pesado … en [la] balanza” de tu juicio».

Debemos juzgarnos a nosotros mismos para que no seamos juzgados y hallados faltos.