Sí, el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría. (Salmo 126:3)
De la pluma de Charles Spurgeon:
Es triste, pero algunos cristianos son dados a mirar el lado oscuro de todas las cosas y a pensar demasiado en las dificultades del pasado en vez de pensar en lo que Dios ha hecho por ellos. Cuando se les pregunta sobre su visión de la vida cristiana, hacen una lista de sus conflictos permanentes, sus más profundos problemas, sus tristes adversidades y la condición pecaminosa de su corazón. Es raro que hagan alusión a las grandes misericordias que Dios ha derramado por gracia sobre ellos.
Sin embargo, un cristiano con un alma saludable estará lleno de gozo y compartirá estas afirmaciones: «No hablaré sobre mi persona excepto para la honra de Dios. “Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios» (Salmo 40:2-3). «El SEÑOR ha hecho grandes cosas por [mí], y eso [me] llena de alegría» (Salmo 126:3).
Esta clase de breve resumen de su experiencia es lo mejor que cualquier hijo de Dios puede esperar exhibir. Sí, es cierto que debemos soportar las pruebas, pero también es cierto que el Señor nos libera de ellas. Es cierto que todos tenemos nuestras transgresiones, de las que nos arrepentimos, pero también es absolutamente cierto que tenemos un Salvador que es más que suficiente para vencer estas transgresiones y liberarnos de su poder.
Al mirar atrás, sería necio negar que estuvimos en el Pantano del Desaliento (la ciénaga en El progreso del peregrino de Juan Bunyan [1628-1688] donde Cristiano se hunde bajo el peso de los pecados y de la culpa) o que hemos reptado por el Valle de la Humillación (también de El progreso del peregrino). Sería igualmente erróneo olvidar que hemos pasado por allí seguros y con ganancia. No permanecimos en estos gracias a nuestro todopoderoso Ayudador y Líder que nos sacó «a un lugar de abundancia» (Salmo 66:12, LBLA).
Cuanto más profundos hayan sido nuestros problemas, más fuertes deberían ser nuestras acciones de gracias a Dios, porque él nos condujo a través de ellas y nos ha preservado hasta ahora. Nuestras pruebas dolorosas no deberían empañar nuestros himnos de alabanza, sino que deberían convertirse en los tonos graves dentro de la canción de la vida:
«El SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría».
De la pluma de Jim Reimann:
Nadie disfruta de los creyentes que viven como si los hubieran bautizado en vinagre. Nos quitan las energías en vez de motivarnos a que seamos mejores cristianos. Si te examinas a ti mismo y reconoces que esto te describe, hay esperanza. Pero esto implica que seas sincero y que estés dispuesto a cambiar tu manera de pensar.
«Consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Filipenses 4:8). «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente» (Romanos 12:2).
Nuestra manera de pensar se ve transformada cuando nos disciplinamos y dedicamos tiempo a estudiar las Escrituras. «Nosotros… tenemos la mente de Cristo» (1 Corintios 2:16); ¡y él es el Verbo (la Palabra) de Dios!